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lunes, 28 de septiembre de 2009

El faro que nos fumamos

(Quise escribir un post bienintencionado sobre el faro de Cabo San Lucas, pero es por demás)
No hay faro
No lo busquen que no hay
Búsquenlo pues, pero no van a encontrar nada
Hace años que no había faro, sólo motos, arena, polvo
Que no hay faro
Desde hace años
Se convirtió en una lucha que de ganarse también está perdida
Décadas sin faro y ni nos dimos cuenta
No hay faro, no había faro
No más que una construcción abandonada
Los ejidatarios tampoco tienen: lo convirtieron en pick ups y casas elefantes del mal gusto
Para qué pelear contra los de siempre, ellos no tienen faro, nadie lo tiene
Y, sin embargo, insiste
el maldito del fantasma que solía ser el faro
en iluminarnos cada noche
a pesar de que insistimos en no verlo.
Pobrecitos los ejidatarios que no tienen faro
tan pobres los hoteleros que se van a quedar sin faro
Pero ya no lo hay: búsquenlo. No hay.
Hace años que lo borraron del mapa
aunque sigue en el mismo lugar.
Qué faro, en dónde
“Quién hace tanta bulla, y ni deja testar las islas que van quedando


Cómo pueden dormir tranquilos esos señores que tan a gusto, como quien vende el patio que le sobra, se deshicieron de una parte fundamental de nuestra historia. Hace tiempo que el faro se perdió y, señores, los culpables tienen apellido: moralmente deberían estar devastados, sin embargo, guajolotean por todas partes con papadas multicolores mientras se sienten la aristrocracia cabeña. Qué vamos a pelear si lo vendimos.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Ciudad de calles para ratones

Ciudad de calles para ratones. En Cabo San Lucas vivimos apretados y ni nos damos cuenta. Nos apretamos en los pocos peseros viejos que existen, en la playa, en las calles. Somos una ciudad pequeña y vivimos encimados. Nadie ve que hay mucho monte todavía: las constructoras nos han encimado unos con otros, nos han echado a perder la comodidad de vivir en un lugar como éste a costa de acumular más dinero. Un día de estos se me va a bajar la presión por un berrinche, pero, simplemente, no puedo concebir cómo alguien permitió que los fraccionamientos vendieran casas en laberintos ratoneros, donde ni siquiera las calles tienen medida de adultos. Nos construyeron un mundo de enanos y se los compramos. En las calles de los fraccionamientos apenas cabe un carro, y son de doble sentido. El fraccionamiento Miramar es una jungla de concreto, lastima la vista ver tantas casas amontonadas. La gente trata de vivir bien, pinta sus casas, se plantan jardines, ponen cortinas bonitas, pero las construcciones son una ofensa. Los multifamiliares se han estado popularizando: insisto, qué no hay mucho monte como para vivir amontonados. Qué no seguimos siendo una ciudad pequeña para echarnos a perder la vida tan pronto.

No es que yo quiera tener un rancho, no nací ejidatario para que las cosas me caigan del cielo. Simplemente me gustaría defender un estilo de vida: vivir bien, en zonas agradables donde los niños puedan jugar es espacios verdes, donde las peleas no inicien con el vecino por un espacio para estacionar el carro y termine con los automovilistas que se pelean los apretados carriles. O hay que ser ricos o ejidatarios para tener un patio donde poner un mango y un limón. Sé que necesitamos casas, que cada vez somos más, y que la necesidad nos hace comprar un departamento en un multifamiliar a precio de una mansión en la playa. Pero no debería el gobierno defender parámetros en la construcción, parámetros que garanticen un nivel de vida óptimo para los habitantes. En un lugar donde las invasiones abundan, creo que es pedir demasiado. Imposible en un país donde las aguas negras se convierten en tsunamis que acaban con fraccionamientos completos. Lo que entristece es que a fuerza de ganar más dinero, y más dinero, las constructoras y los gobernantes no sólo están acabando con un modo de vivir, sino están deteriorando nuestro nivel de vida. Cómo no me voy a sentir estresado si las calles parecen para ratones y las casas pequeñas ratoneras. Pobre del vecino que se estacione en mi lugar, porque con él me voy a desquitar toda esta frustración.

Los lugares cambian. Cabo San Lucas sigue siendo un lugar agradable para vivir, pero por cuánto tiempo más.

viernes, 25 de abril de 2008

Mi apapi es ejidatario



Me acaricio el bigote, lo repego a la nariz, termino de abotonarme la camisa, y salgo a la cochera. Le digo al chimu que suba la paca de alfalfa a la cadillac escalade blanca, porque la roja es la de mi esposa. Hoy es un día ocupado, debo ir al rancho, pasar con el contador a ver si ya cobró la renta de los locales de mi humilde plaza comercial que me construí para dejarles, por lo menos, algo a mis hijos. Después debo ir a ver a los choferes de mi taxi, ya tienen como 48 horas que no me reportan nada. Ya en la tarde descansaré, porque tampoco se trata de que uno se ande matando nomás por avaricioso. Pues he podido construirme un pequeño patrimonio gracias a mi trabajo y a estas manos que aquí como las ve usted, además de empinar ballenas, son muy buenas pa lo laborioso. No, nosotros éramos muy humildes, a puro trabajo. Después vendimos el faro, y pues pudimos comprarnos herramientas pa seguir trabajando, porque hay que saber que la venta de un terrenito no es la gran cosa. Después vendimos unas hectareacitas por ai cerca de la playa. Pero déjeme me empino un traguito de la ballena porque como que se me está secando la boca. Pues el dinero no es todo mi amigo, todo este que ve usted aquí ha sido a base de trabajo. Por ejemplo, el carrito ese que trai mija, se lo regalé después de la venta de unos terrenitos a unos gringos que querían dizque poner un hotel y no sé qué más fregaderas. Jamás tuve tanto dinero, preferí construir pues esta placita, permítame otro traguito. Como le decía, a puro esfuerzo del trabajo. Andan diciendo por ahí que vendimos puros terrenos que son de todos los mexicanos, pero mexicanos mis huevos, todos esos terrenos son del ejido, y nos los dieron a los ejidatarios pues pa que salieramos adelante. No, nosotros no hemos vendido nada ni a nadie, todo lo que semos ha sido por nuestro trabajo como dios manda. Las tierras nos las dieron a los ejidatarios pa que salieramos adelante y, pos, eso mesmo hemos hecho.