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viernes, 11 de abril de 2008

Un aplauso al niño Playa Chileno que va por su certificado


Ayer fui, certificadamente, a la playa certificada de El chileno, donde se acaba de realizar la certificación de su limpieza. La certificación de playa limpia. Esas son certificaciones y no chingaderas. Yo me he convertido en el viejito que reniega, pero me callaron la boca porque mi trasero –que me acaban de decir que también está certificado– posó en la blanca y limpia arena recién certificada. Yo desde aquí le mandó un aplauso certificado a las autoridades, pues nomás porque certificaron a Chileno; y no es por presumir, pero dicen en El Tribuna que es la primera playa certificada de todo México.

Poca madre la certificación, hay que cuidar el ambiente y sobre todo, las certificaciones. Ayer la playa ya estaba más limpia, son maravillas esas las de la certificación, uno no cree en esas cosas hasta que pasan.

Yo voy aprovechar la certificación para certificar desde aquí el drenaje que va a dar en el mar, mismo que después llega a la playa certificada donde los pececitos y el niño que hace una fuente con su boca pasan desapercibidos las maravillas de la certificación de la contaminación de los hoteleros. Pero no soy nadie para certificar, ni nadie vendrá a tomarse la foto conmigo.

Ya fue un avance ecológico la certificación de la playa limpia, la foto salió bien y la playa me hizo agua la boca. Pero hay que ser congruentes: la certificación no nos va a salvar la playa ni nos va a recuperar todas las que se han perdido. Una playa no hace verano y menos cuando hay tantas playas privadas, y públicas que parecen cantinas.

jueves, 1 de marzo de 2007

Las aguas negras me dan risa

(Antes de iniciar, doy un bostezo, estiro los brazos y pienso que primero me gustaría limpiar mi departamento, darle una extraordinaria trapeada al piso hasta que el olor a fabuloso me haga sentir orgulloso y moralmente tranquilo, pero no). La verdad es mucho más fácil hablar o escribir que actuar, tal vez por eso estoy tan tranquilo. Pero este es un problema que sucede en diferentes niveles sociales: los políticos son conocidos por sus elaboradísimos discursos que muy pocas veces se concretan, los mecánicos nos dicen una cosa para hacer otra, los plomeros nos citan un día para llegar dos días después, y la lista, usted lo sabe, es interminable.
Cabo San Lucas es un lugar bonito, nueve de cada diez turistas lo aseguran (prefiero no revelar mis fuentes). Disfruto mucho el corredor turístico, las playas uf, me gusta caminar en la marina, incluso me encanta caminar por ahí, poner cara de turista nacional e ir viendo el mar, las embarcaciones, y los restaurantes como si fuera la primera vez y como si el bolsillo me alcanzara para rentar un yate para salir a pescar y al llegar cenar en uno de lo lugares lujosos codeándome con los turistas billetudos del lugar. La verdad es que sólo me gusta caminar por la marina, porque me distraigo y es una zona muy agradable. Me encanta este lugar y sólo le encuentro un pero que me escandaliza. Es increíble, sí, increíble que en una zona a la vista de todos (de mí, de usted, de las autoridades, de los turistas, de todos) existan tubos de desagüe descargando en el mar. Ah ingrato de mí que acabo de descubrirlo, y eso que el perdedor que escribe esto no se ha dado cuenta que los hoteles descargan sus aguas en todo el corredor turístico por donde tan a gusto se pasea ese Jonás. Pero he aprendido a perder el coraje cada vez que camino por la marina y veo los tubos felices y contentos descargando sus asquerosidades en la marina, el lado positivo es que el ruido que provoca el desagüe al chocar con las piedras da la impresión de una exótica cascada o de un hermoso río que llega al mar después de bajar por la impresionante sierra. Es más cómodo pasar, ver los tubos del desagüe, maldecir a esos empresarios del diablo que no cuidan el planeta, y seguir adelante, al cabo eso no nos interesa, y para eso están las autoridades que con nuestros impuestos etc. Por eso prefiero escribir sin llegar a hacer nada, porque tengo flojera hasta de limpiar en donde vivo y además, mientras los desagües no me mojen los zapatos seguiré caminando tan a gusto por la marina, viendo los pececitos saltando de alegres mientras se comen la basura. A dormir. Si alguien se anima a hacer algo, mándeme un correo, le echaremos porras. Da coraje. Ya traigo pucheros de niño malcriado. Adios.
Jonás Jonajero