Ciudad de calles para ratones. En Cabo San Lucas vivimos apretados y ni nos damos cuenta. Nos apretamos en los pocos peseros viejos que existen, en la playa, en las calles. Somos una ciudad pequeña y vivimos encimados. Nadie ve que hay mucho monte todavía: las constructoras nos han encimado unos con otros, nos han echado a perder la comodidad de vivir en un lugar como éste a costa de acumular más dinero. Un día de estos se me va a bajar la presión por un berrinche, pero, simplemente, no puedo concebir cómo alguien permitió que los fraccionamientos vendieran casas en laberintos ratoneros, donde ni siquiera las calles tienen medida de adultos. Nos construyeron un mundo de enanos y se los compramos. En las calles de los fraccionamientos apenas cabe un carro, y son de doble sentido. El fraccionamiento Miramar es una jungla de concreto, lastima la vista ver tantas casas amontonadas. La gente trata de vivir bien, pinta sus casas, se plantan jardines, ponen cortinas bonitas, pero las construcciones son una ofensa. Los multifamiliares se han estado popularizando: insisto, qué no hay mucho monte como para vivir amontonados. Qué no seguimos siendo una ciudad pequeña para echarnos a perder la vida tan pronto.
No es que yo quiera tener un rancho, no nací ejidatario para que las cosas me caigan del cielo. Simplemente me gustaría defender un estilo de vida: vivir bien, en zonas agradables donde los niños puedan jugar es espacios verdes, donde las peleas no inicien con el vecino por un espacio para estacionar el carro y termine con los automovilistas que se pelean los apretados carriles. O hay que ser ricos o ejidatarios para tener un patio donde poner un mango y un limón. Sé que necesitamos casas, que cada vez somos más, y que la necesidad nos hace comprar un departamento en un multifamiliar a precio de una mansión en la playa. Pero no debería el gobierno defender parámetros en la construcción, parámetros que garanticen un nivel de vida óptimo para los habitantes. En un lugar donde las invasiones abundan, creo que es pedir demasiado. Imposible en un país donde las aguas negras se convierten en tsunamis que acaban con fraccionamientos completos. Lo que entristece es que a fuerza de ganar más dinero, y más dinero, las constructoras y los gobernantes no sólo están acabando con un modo de vivir, sino están deteriorando nuestro nivel de vida. Cómo no me voy a sentir estresado si las calles parecen para ratones y las casas pequeñas ratoneras. Pobre del vecino que se estacione en mi lugar, porque con él me voy a desquitar toda esta frustración.
Los lugares cambian. Cabo San Lucas sigue siendo un lugar agradable para vivir, pero por cuánto tiempo más.