viernes, 16 de febrero de 2007

Taxistas berrinchudos y Dj´s famosos

Se repite hasta el cansancio que la ciudad es como un cuerpo humano y que sus calles son como las venas que llevan la sangre para que se pueda mover el hombre, en este caso la ciudad se mueve gracias a que nosotros podemos transitar entre las calles y llegar a todas nuestras funciones que mantienen a esta ciudad en pie (yo sólo quiero decir que vivir en el corazón de la ciudad ha de ser hermoso, lo que no me quiero imaginar son las zonas más alejadas). Sin duda un buen cuerpo debe de tener una buena circulación. El tráfico, los topes desmedidos y las mentadas de madres que transitan todos los días los voy a tratar en otra ocasión, tal vez escriba una trilogía ya que están de moda. Pero lo que me interesa subrayar ahora, es el primer tema de mi trilogía de la circulación: los taxistas caritas o los peseros reggaetoneros (por favor lector, pon un cuidado especial en la curiosa rima que he logrado entre los sustantivos y los adjetivos anteriormente mencionados).
Las razones de esta primera parte pueden ser conocidas por muchos de ustedes, pero para que no quede duda, trataré de hacer un interesante recorrido que nos ayude a esclarecer por qué la ciudad se mueve, pero con la sangre hirviendo. Existen tres grandes opciones para trasladarnos en esta ciudad: tener carro propio, andar en pesero o en camión, o pagar taxi (he dejado fuera el andar a pie, porque caminar a las dos de la tarde en pleno verano desde el centro hasta dondequiera que esté su casa no es una opción, en verdad, no es una opción).
Tener carro ocasiona problemas que ya me tomaré el tiempo de escribir (pero puede ir recordando todas las injurias que ha vivido desde su cómodo asiento de automovilista). Lo que me preocupa son todos esos problemas que se ocasionan por las otras dos opciones. Empecemos por el pesero, colectivo, o camión, o cualquier nombre que usted quiera darle. Es vergonzoso, mejor, es muy vergonzoso ver el transporte público de esta ciudad. Lo de menos es que se crean los dj´s del pueblo, y que se peleen con los estudiantes y los jubilados por los 2.50 pesos del medio boleto. Para empezar y terminar pronto, todo el transporte público está diseñado para que muy poca gente alcance asiento y para que la mayoría viaje de pie. Digo, estar de pie es saludable, pero es inconcebible que los pasajeros vayan de pie mientras que los choferes manejen como si trajeren un vocho o un Honda Civic (tal vez tengan uno en su casa para sacar a pasear a sus morras con el reggaetón que escuchan todo el día, pero no es igual acelerar y frenar a diestra y siniestra en tu carro particular, que un transporte lleno de trabajadores, estudiantes, embarazadas, niños y chaparros que no alcanzan a agarrar los tubos). Hay que ser sinceros, el transporte público es utilizado por las personas más vulnerables en nuestra sociedad, pero son estas personas las que hacen que Cabo San Lucas sea un lugar turísticamente atractivo, y gracias a eso, todos los habitantes podemos aprovechar los destellos de un bienestar económico que muchas veces se presumen. C. S. L. es cada vez más un centro turístico de reconocimiento mundial, que hay mucho trabajo, que se mueve mucho dinero, pero los servicios fundamentales están fallando. Yo no sé si las autoridades traen carros con los vidrios tan polarizados que no alcanzan a ver los problemas esenciales. Me gustaría verlos viajando en colectivo, y descubriendo que los asiento no sirven y que la única opción que tienen es pagar los cinco pesos, agarrarse muy fuerte del tubo ceboso y aguantar los acelerones y las frenadas de los amables choferes que mueven su dedito índice de su mano libre al ritmo del reggaetón en curso.
Por el otro lado, están mis amigos taxistas con sus resplandecientes lentes Ray Ban y su afortunada posición de jefes del transporte élite. Los taxistas me recuerdan a un primo que era conocido por llorón. Por supuesto que mi primo no era mala gente, pero dependía mucho de mi abuela (ah el gobierno se puede comparar con casi cualquier cosa), entonces sucedía que cuando él no le agradaba algo, iba a llorar junto a mi abuela para que a nosotros nos regañara. Lloraba porque no quería jugar lo mismo que nosotros, pero tampoco dejaba jugar. Lo que después sucedió me da mucha pena contarlo, pero resultó que de tanto llorar se convirtió en el nieto favorito y después nosotros nos tuvimos que aguantar. Por supuesto que los taxistas no tienen la culpa de que mi primo fuera un llorón, pero sí son culpables de muchísimos actos de discriminación contra los sanluqueños (léase toda persona que vive en esta ciudad). Yo hago un esfuerzo por comprenderlos, pero simplemente no logro hacerlo: es muy difícil que un taxista te trate bien cuando pidas sus servicios en la zona turística. Realmente te tratan como si te estuvieran haciendo un favor y no estuvieras pagando las cuotas ridículas que cobran. Es muy comprensible que prefieran levantar turistas pues a ellos les cobran cuatro veces más que a nosotros, incluso es agradable ver que los negocios resulten. Pero si prefieren el turismo, deberían de hacerse a un lado para que otros taxis nos den el servicio a nosotros, y que nos cobren menos. Es absurdo que una camioneta de ocho cilindros que tiene espacio hasta para quince personas me lleve a mí, y a mis ochenta kilitos de peso hasta mi casa. Señores, podemos dejar el precio aparte, está bien, estoy dispuesto a pagar lo que cueste el servicio hasta a mi casa y hasta la casa de todas las colonias de Cabo San Lucas, lo que está muy mal (y aquí arrugo la frente y pongo mi cara como perro enojado mientras levanto el dedo índice como protesta) es que traten a uno como si trajera el zapato lleno de excremento y el olor les pusiera esa cara tan desagradable que casi siempre nos muestran, a mí y a muchos más que queremos llegar rápido a casa, al trabajo, o a donde sea que nos dé la gana.
El resultado es que los habitantes, la sangre de la ciudad, no cuenta con ningún transporte digno a su alcance: el transporte urbano da la impresión de llevar las reses al rastro municipal (Ah sería bonito que el rastro fuera universal: Rastro Universal, Abierto de 8 a 17 horas), y los taxistas simplemente no tienen ganas de cambiar sus jugosas tarifas por los pesos que le darán en alguna colonia intransitable y con olor a drenaje.

Jonás Jonajero

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