domingo, 23 de mayo de 2010

Abandono de hogar


Disculpen el abandono, pero he estado muy ocupado vendiendo tamales en la playa del farito, pero prometo darme mi tiempo para escribir como cualquier persona decente.


Por cierto, los tamales sí dejan. Aunque he escrito poco, ya no ando en peseros con choferes reguetoneros. Si ven mi carro por la calle, me saludan:



jueves, 21 de enero de 2010

Ya estoy viejo para tantas cosas

Díganme miedoso, pero yo pura madre pasaba de noche por el barrio negro. Mi amá me decía que eran puros cholos y que ni me acercara por ahí. Si acaso iba a las aguas "la michoacana" a comer un elote en vaso (chilango el que les diga esquite, se llaman   e l o t e   e n   v a s o) o me tomaba un de agua de orchata, pero tempranito, antes de que oscureciera. Díganme naco pero, por supuesto, fui al "Marina sol" nomás para pasearme en el elevador y, generalmente, iba en short surfo por si tenía la suerte de que los guardias no me vieran y pudiera llegar hasta la alberca y echarme un clavado. Me pueden decir placoso, pero, obviamente, los sábados por la noche escondía una ballena atrás del brazo mientras platicaba con la palomilla en el "Pizza hot". Pueden tacharme de cruel, pero me encantaba burlarme del elotero sexy y tremendamente panzón que le encantaba enseñar la rayita de su descomunal trasero mientras servía los elotes más ricos de la región: es, hasta la fecha, el escote de espalda más sexy que yo haya visto. Qué nostalgia me da saber que erámos tan rancheros y que vivíamos tan a gusto. La ventaja es que nos llegó el internet a tiempo y la plaza puerto paraíso nos preparó el terreno para el futuro, un lugar ideal para la llegada de los emos y otras barbaries urbanas. Todo lo resumo en una frase de mi tía que se niega a perder el pasado: miiiira las chingadas hilachas esas, vergüenza les debería de dar andar en la calle así. Pobre de mi tía, y eso lo dijo desde que vio a unos morritos músicos, allá por los noventas, que intentaban emular a nirvana. Ahora es la mujer más amargada que hay y ni ganas dan de visitarla, aunque sospecho que sus berrinches vienen de familia.


domingo, 10 de enero de 2010

Que suspendan clases por frío

Cuando me levanto, lo primero que veo es el termómetro de mi despertador. A la bestia, pienso, estamos a 16 grados, con razón no aguanto el frío y ni ganas me dan de quitarme las cobijas. Y me quedo acostado otro rato por el simple pretexto de que hace mucho frío como para andar despierto. Por eso de las 10 de la mañana el frío se me convierte en un calorón disfrazado de rayo de sol que entra por la ventana: no me queda otra más que levantarme. Y así, sucesivamente. Ahora que entraré a clases no quiero ni imaginar lo que voy a sufrir por las mañanas. Se me hace que ni en Canada sufren tanto del frío como lo sufro yo con los pinches gélidos 16 grados de Cabo San Lucas.
Pero no importa, el mañana me levantaré a las seis cuarenta y ocho de la mañana, me tallaré los ojos, me levantaré al baño y me echaré agua en mi elegante cabellera y a las 7:14 estaré sentadito en la universidad esperando clases. De no ser porque las bufandas son muy gays me llevaría una. Si no me sintiera mamón con guantes me los pondría, incluso antes de mojarme el pelo. Si no me sintiera un raperito con un gorrito usaría uno y ni siquiera me mojaría la cara. Pero sé que el invierno acaba a las 10 de la mañana y regresa hasta en la tarde. Como sea, sé que mañana sufriré mucho y estaré a punto de congelarme desde las 6: 48 a.m. hasta las 10 a.m. Yo creo que extrañamos el calor y es por eso que andamos enchamarrados y en botas con cualquier pretexto.


domingo, 3 de enero de 2010

Sarcasmo pizcador

Sarcasmo pizcador. Tuve que esperar a que mi tata terminara de leer el periódico sólo para decepcionarme. Murieron 14 jornaleros al accidentarse el camión donde viajaban de Ciudad Constitución a San Quintín. La tragedia es fuerte y suele ser repetitiva, pero sé que mañana será otro día y se me habrá olvidado. Así es la vida de esas personas que no quisieron superarse, que no quisieron estudiar y que son una bola de flojos que para lo único que sirven es para trabajar 18 horas al día por 100 pesos, bajo el rayo del sol, en comunión con veneno y polvo. La ventaja es que son personas que no son como nosotros. Pues sí son mexicanos, pero de los otros. De esos que prefieren la mala vida y las borracheras dantescas. Que se violan entre ellos y luego salen en el periódico. Los que se mueren de frío porque en vez de comprar cobijas prefieren comprar cervezas. Los que cargan a los hijos en las espaldas, cocinándose en su propio jugo al calor del sol. Pobre gente que viven como quieren.

La verdadera tragedia es el remolino de pobreza en la que ellos viven: condenados a ser abusados y morir bajo todos los signos de la tragedia, echos pedazos o carcomidos por la pobreza. Dejen le doy otro traguito al café antes de cambiar la página del periódico.