domingo, 6 de septiembre de 2009

La nostalgia aún no tiene canas o el San Lucas con pelícanos

La nostalgia aún no tiene canas o el San Lucas con pelícanos. Yo no conocí el San Lucas de antes. Si me dicen que hubo un pequeño tornado que ocasionó más chisme que daño tendrán que mostrarme fotos certificadas, o una prueba contundente o, por lo menos, algún buen mentiroso que me convenza que sí lo hubo, que al le tocó verlo, y que sea un sanluqueño embustero, no porque sea mentira, sino porque esos son buenos para convencer.
Para mí la Juárez siempre fue sólo una cancha nomás para ir a jugar de vez en cuando y la Amelia Wilkes pues sólo una plaza con banquitas disponibles para ir a una que otra kermés de la escuela. Tampoco me tocó el San Lucas que sólo llegaba hasta el bordo, ni mucho menos cuando el auditorio era novedad. Y qué esperanza que me tocara el pueblito de pescadores donde no había bardas entre las casas, donde el mar a todos les quedaba cerca, ahí nomás enfrente; tampoco cuando la policía eran una bola de conocidos que perdonaban cualquier insignificancia sólo con la amenaza de irte a acusar a tu casa.
Yo, indudablemente, soy de otra generación, de otro San Lucas y de otro tiempo. El San Lucas de antes es una empacadora de pescado en ruinas, un acento cada vez más en peligro de extinción y una ronda de cafecito por la tarde. Sin embargo, conocí otro San Lucas, uno al que se le dice “Cabo”. Tan distinto al otro, pero igualmente lleno de vida aunque con problemas que se llaman con todos los nombres: crisis, explotación, quiebra, cierres temporales, delincuencia, virus alarmantes, huracanes, agua, tráfico, miseria, pobreza. Pero aquel San Lucas siempre está presente y no se va del todo, en ocasiones me enseña que los problemas tienen solución, que no hay que preocuparse demasiado, que la playa es una buena terapia y aunque ya no podemos dejar los carros sin seguro y ni los vidrios abajo, aún seguimos en este lugar que lleva como bandera la tranquilidad.
No fue necesario conocer al San Lucas de antes, porque a veces se asoma y uno más o menos puede intuirlo. No basta añorar aquellos tiempos, el reloj cambia y la adaptación es nuestra mejor salida. ¿Será que podemos rescatar el espíritu de aquel pueblo para adaptarlo a este Cabo que sigue dando dolores de parto? A mí me gustaría apostar que sí. Pero, qué sé yo de esto si todavía juego Nintendo, nomás porque no me tocó el Atari.



2 comentarios:

Unknown dijo...

Jajajaja! Yo tmb sigo jugando nintendo :) me gusta mucho el del pinwinito, el contra, etc :P

Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, de hecho, he estado refiriendome a Cabo San Lucas únicamente como: San Lucas, porque exactamente como lo mencionas tú, así le decían antes, ahora es: Cabo "vamos a Cabo", etc...

Y el asunto es que llegó gente de todos lados y tan rápidamente que por eso se hizo un desastre, ni oportunidad le dio al pueblito de crecer, solamente haciendo más y más casas, pero las calles quedaron como tal pueblito. Algunas calles ni banquetas tienen ¬.¬

Pero bueno, a ver qué rescatamos del pequeño pueblo pesquero que ahora es un emporio turístico gracias a nuestros vecinos gringos.

¡Saludos!

Jonás dijo...

El nintendo me ha preparado para poder pensar aun bajo los momentos de tensión. El contra es un gran aprendizaje: más vale actuar antes de que los malos ta caigan encima, ja. Y la pistola, todavía me pregunto cómo se puede reir de mí el perro burlón del juego de los patos.

Gracias por tu comentario: esperemos que este San Lucas vuelva a ser de nuevo un paraíso para vivir y no sólo para venir de vacaciones.